Un error muy embarazoso y frecuente en el habla y la escritura es el mal uso de los superlativos. El afán de exagerar -- bien o mal intencionado -- lleva a decir o escribir disparates que, a veces, resultan hasta cómicos. De hecho, fue un comediante norteamericano quien señaló el dislate de los Padres de la Patria en el preámbulo de la Constitución, al usar la frase «more perfect union». Obviamente, algo no puede ser «más perfecto».
Como tampoco puede ser «más precioso» o «más óptimo, cosas que de vez en cuando oímos por ahí. Conceptos como eterno e infinito, son, de suyo, absolutos e inconmensurables, por lo cual no admiten comparación o gradación.
En época reciente, se ha puesto de moda -- muy fea, por cierto -- añadir el prefijo super a toda suerte de vocablos, para llevarlos al grado superlativo. Por eso, hay gente superamable y superfeliz.
Porque son «superignorante».
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