Con esa manía típicamente americana de aprobar leyes con millonarias asignaciones de fondos para resolver problemas de todas clases, Obama acaba de firmar una dirigida a «prevenir» el suicidio de los veteranos que regresan de las aventuras guerreristas en Afganistán, Irak y todos los confines a los que a Estados Unidos se le antoja enviar a sus jóvenes como carne de cañón. Sucede que la tasa de suicidio se desborda, con algunos 22 diarios, y se culpa a la falta de acceso oportuno a servicios de salud mental que debe proveer el Departamento de Veteranos. Dudo mucho que esta ley haga mella en ese problema.
Curiosamente, a los americanos nunca se les ocurre la solución obvia: dejar de enviar sus tropas por todo el mundo para meterse en lo que no les importa e imponer su voluntad por las armas. Si hicieran esto, no habría tanto veterano loco suelto por ahí amenazando con matar a otros o matarse porque no pueden con el cargo de conciencia de ser gatilleros imperiales, matones de ancianos, mujeres y niños. Así no habría post-traumatic stress syndrome, pues no habría eventos traumáticos que dieran lugar a esa tensión emocional que luego no deja vivir.
Literalmente, no deja vivir.
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