En Eslovaquia han dictado una sentencia que, aunque correcta en principio, tiene más de simbólica que de otra cosa. Un criminal de guerra nazi que había sido condenado a muerte en ausencia en 1948 fue capturado el año pasado, pero como la pena de muerte fue abolida al separarse Eslovaquia de lo que es ahora la República Checa, hubo que resentenciarlo a cadena perpetua. El caso es que el hombre tiene 98 años -- prueba de que «la yerba mala no se muere» -- por lo que no es de esperar que pase mucho tiempo en prisión.
Éste es uno de varios casos en que la justicia terrenal ha llegado muy tarde, pues esos asesinos y torturadores han muerto antes o muy poco después de ser procesados. Habrá que confiar en que la divina sea más eficaz.
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