Bajo el titular «Diálogo para la transformación», el periódico informa del esfuerzo de buena fe que el grupo Agenda Ciudadana lleva a cabo para aportar ideas que ayuden a solucionar los muchos problemas de nuestro país. Santo y bueno. Pero, no sé cuán productivo sea el diálogo, cuando a uno de los interlocutores -- identificado como catedrático del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico -- se le cita diciendo: «Hace falta estudiar el tipo de problema al que le estás metiendo mano. No es lo mismo un problema dócil, en el que todo el mundo está alineado. Lo chévere va a ser implementar esto en ambientes de alta tensión, con temas perversos».
Dejemos a un lado la puerilidad general de la expresión del catedrático, con el «metido de manos», el «alineamiento» y lo «chévere». Lo destacado en negritas remacha su desconocimiento de lo que significan las palabras y, por ende, su uso correcto. Ni los problemas son «dóciles» ni los temas son «perversos». «Dóciles» son principalísimamente las personas o los animales. «Perversas» son las personas.
«Ignorantes» son algunos catedráticos...
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