Afganistán ha vuelto a aplicar la pena de muerte, tras una moratoria de cuatro años. Esta vez, para ponerse al día, ahorcaron a ocho. De acuerdo con la ley en ese país, las sentencias a muerte tienen que ser refrendadas por el Presidente, cosa que Karzai ha hecho muy solícitamente. Human Rights Watch le ha echado el ojo a esta situación, y pide que se suspendan las ejecuciones. Por supuesto, no se habla de pedir los buenos oficios de Estados Unidos en este asunto, pues ese país es de los pocos que también aplica la pena de muerte.
Irónicamente, la intevención americana estuvo predicada en convertir a Afganistán en a kinder, gentler nation, como una vez dijo el presidente Bush padre sobre el efecto de su gobierno en Estados Unidos. Mas, USA no es ejemplo que se pueda seguir en este aspecto, ya que se empecina en mantener la pena capital y, añadiendo insulto a la injuria, su Tribunal Supremo ha decidido que no es «castigo cruel e inusitado», lo cual la hace permisible constitucionalmente.
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