Hace unos meses, la absolución de los acusados por la masacre del barrio Pájaros causó revuelo y generó unas imputaciones contra el juez que presidió el proceso. Posteriormente, la Rama Judicial anunció con bombos y platillos la exoneración del juez, tras una investigación al respecto. Pero, o la investigación no se hizo muy bien - cosa que no me sorprendería - o se quiso tapar el lío, lo que tampoco sería extraño.
Ahora, todo parece indicar que sí había razones válidas para pensar que el juez - quien hace una semana renunció al cargo - no estaba «limpio de polvo y paja». Es evidente que el afán de la Rama Judicial de proyectar una imagen de pulcritud moral la llevó a apresurarse a exonerar al ahora ex juez. La judicatura debió tomarse más tiempo e interés en hacer una buena investigación que evitara este reversazo en tan poco tiempo.
Y es que en esa rama de gobierno impera una mentalidad de no admitir errores o faltas de clase alguna, pues se piensa que con ello se mantiene una mística de casi santidad que se considera necesaria para que la gente no pierda la fe en la justicia. Pero, en eso están profundamente equivocados porque, como he dicho antes, la gente no es tonta, y en un país tan pequeño como el nuestro todo se sabe. Lo correcto es admitir el proceder erróneo y enmendarlo lo antes posible. Al día de hoy, la Rama Judicial no le ha explicado al país por qué ha reabierto la famosa «investigación» luego de concluir que todo estaba bien. Ahora que han recomendado un fiscal especial independiente para este caso, ellos se apuran para atender el asunto nuevamente.
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