La propuesta de reducir las penas por los delitos contra los animales merece consideración, aunque surja de un personaje como el senador Soto, «peor conocido» como «el Chuchin». En principio, él tiene razón: la valoración de la vida animal que da como resultado unas sentencias de reclusión excesivamente largas es insostenible. Pero, él comete el error en sentido opuesto. Si bien una sentencia de 12 años por un horrible caso de maltrato a un caballo es exagerada, reducirla a seis meses es, francamente, ridícula. En un punto medio entre esos extremos está la justicia.
Claro que hay que proteger a los animales y sancionar su maltrato, sobre todo, el que se realiza con particular crueldad y usando medios extraordinarios para causar daño. Pero, el derecho penal tiene que atender el principio de proporcionalidad, y las penas nunca deben ser mayores que las que se impondrían en una condena por delitos similares cometidos en la persona de un ser humano. Tampoco es aceptable - como muy livianamente ha sugerido una activista de los derechos de los animales - aumntar las penas por los delitos contra los seres humanos. La realidad objetiva es que nuestro país tiene uno de los esquemas penales más gravosos del mundo.
Continuemos creando conciencia a favor de la protección de los animales y castigando su maltrato, pero hagámoslo sensatamente, sin ceder a la histeria ni a un amor exagerado por los animales.
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