Continúo «clamando en el desierto» de la inconsciencia lingüística. Un titular de prensa reza así: «Regalo de autoestima y valores en Navidad. Cientos de niños de residenciales [públicos] fueron impactados.» Se usa mal y se abusa del dichoso «impacto» y su parentela. Como se sabe, el vocablo tiene como principal significado la idea de «choque» o «golpe», es decir, que, en primera instancia, se trata de una idea negativa. Cierto es también que se puede hablar, en sentido figurado, de una experiencia «impactante», cuando nos referimos a un suceso que nos sacude emocionalmente. Pero, brindar la ocasión de que unos niños tengan una experiencia cultural placentera, que a la vez persiga infundirle ideas positivas sobre sí mismos y su comunidad, no es «impactarlos» sino beneficiarlos.
El problema es que lo de «impactar» se ha convertido en un comodín que se pretende usar cada vez que hay una actividad dirigida a una comunidad o grupo. Lo mismo se usa para hablar de una redada policial en un punto de venta de drogas o en casos benéficos, como el que nos ocupa, en los que se busca es aconsejar u orientar a quienes lo necesitan. Una vez más, la pobreza de vocabulario y el uso impensado de palabras que se ponen de moda llevan a estas incorrecciones.
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