Con una nueva Gramática y un nuevo diccionario de americanismos, el español se pone al día, como lengua viva que es. Habrá que ver con lo que vienen estas dos obras, pues la Academia, con la socorrida explicación de que lo fundamental es el «uso» que acaba siendo norma, se ha mostrado en tiempos recientes como un himen complaciente, aceptando palabras a diestra y siniestra, sin, a mi juicio, justificación válida.
Hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo en el cual hay cada vez más una especie de analfabetismo funcional junto a una imbecilidad juvenil, que lleva a que se popularicen términos hijos del descuido, la ignorancia y menosprecio de las artes del lenguaje. Esto, unido a una publicidad ubicua y deformadora, contribuye al patois que en muchos sitios se toma por español.
Una cosa es tomar nota de los disparates y otra es darle «carta de ciudadanía» lingüística. Si el uso general es lo que decide si se acepta como correcta una palabra, pues aceptemos rebate, con el significado de rembolso, y ya. Acepto que, a pesar de mi liberalismo en tantas cosas, soy conservador en estos asuntos, pues me parece que el español no tiene que desnaturalizarse para seguir siendo una lengua rica en significados.
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