En Estados Unidos le han concedido asilo a una guatemalteca que hace 14 años llegó ilegalmente huyendo de un marido abusador. Se trata de la primera vez que se reconoce la violencia doméstica como base para el asilo, y ello ha levantado la oposición de quienes piensan que la protección del derecho de asilo no debe extenderse a casos en que el individuo es víctima de una persecución por motivos puramente personales, distintos de razones políticas, raciales o religiosas. Se teme además que, con tantas mujeres maltratadas en el mundo, se produzca una estampida hacia Estados Unidos.
Los abogados de la mujer adujeron que el sistema que administra la justicia en Guatemala no protege a las mujeres de la violencia doméstica, pues lo consideran como algo «natural». Quizá eso sea cierto, pero uno se pregunta en estos casos por qué la gente no huye a otros países más culturalmente afines, y escoge uno tan ajeno en todos los sentidos. ¿No será que la mujer estaba realmente buscando mejorar su situación económica, y por eso prefirió irse a Estados Unidos y no a un país vecino?
Por último, el sistema de justicia americano no es un dechado de virtudes. Ojalá la mujer no haya «salido de Guatemala...»
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