Con el debido respeto y consideración a los autistas y sus familiares, e independientemente de si el veto de Fortuño ha sido justificado, no me parece que el asunto deba tomarse de una forma casi histérica. El problema puede ser importante, pero no es una crisis de salud pública que ponga en riesgo inminente y sustancial a nuestra población. Por supuesto, para quienes lo sufren en carne propia, es prioritario, y eso es entendible. Pero, no se trata de una condición contagiosa y mortal. Francamente, me choca esa cifra de un aumento de 52% de incidencia en los pasados siete años, en una condición que, hasta donde se sabe, no es de origen bacteriano ni es un virus que se pueda propagar de esa manera.
Me pregunto si habrá aquí unos diagnósticos «falsos positivos» o se manipulan las cifras para «agravar» el problema y así obtener la atención gubernamental con carácter de urgencia...
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