Aunque la palabra querella no es ni remotamente nueva, y es de uso común, se ha puesto muy en boga en época reciente en nuestro país, por la impugnación en los foros administrativos y judiciales de cierto proceder de funcionarios. Bien sea en casos como los de ética gubernamental o los disciplinarios de la abogacía o la judicatura, asistimos casi a diario a la ventilación de quejas formales sobre el comportamiento de abogados o jueces, por abuso o incumplimiento de su ministerio. Lamentablemente, con frecuencia, los resultados son decepcionantes y, a veces, hasta escandalosos, por lo divorciados que se nos presentan de la realidad y la sensatez.
En fin, el país se querella, es decir, «expresa un sentimiento doloroso», ante las decisiones y resoluciones de las querellas en el ámbito de la justicia.
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