sábado, 2 de febrero de 2013

¡Le comió los dulces!

El anunciado acuerdo mediante el cual el excomisionado de la Policía Municipal se declara culpable de pornografía infantil resulta, cuando menos, sorprendente, toda vez que de 22 cargos, se desestiman 21, y el convicto cumplirá un máximo de 10 años en prisión. Esto es lo más parecido a la impunidad por un patrón de conducta delictiva. El resultado es que, de una posible condena de 30 años, se logra una de solo una tercera parte. En una época en que se insiste tanto en perseguir esta clase de delitos, esta condescendencia luce chocante.

Cierto es que se tienen en cuenta los sentimientos de la víctima de un delito de esta naturaleza. Pero, evitarle el trago amargo de tener que declarar en el juicio produce un resultado claramente desproporcionado, pues desvaloriza el delito cometido. Hay medidas procesales que pueden atenuar la incomodidad de la víctima y de otros testigos -- como la exesposa en este caso -- para que el delincuente no se salga con la suya. Porque aquí hay un fracaso de la justicia. No en balde se informa que el acusado tiraba besos a sus familiares, sonreía y comía dulces en el salón de sesiones antes de la audiencia, en una actitud chabacana y desvergonzada, que se le premia con una sentencia ridículamente corta.

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