La pedofilia no tiene fronteras ni distingos de clase alguna. Aunque la que se ha dado en la Iglesia Católica es la más rampante -- ha tumbado hasta un Papa; nadie se llame a engaño -- con alguna frecuencia se manifiesta en pastores y reverendos de denominaciones protestantes. Ahí tenemos el caso del pastor descarriado acusado de cometerla con tres varones de 12 y 14 años.
Los federales que, al decir en inglés, tienen "a finger in every pie" han ejercido su jurisdicción, tomando para sí el caso y relegando a nuestro Ministerio Público a un papel de segundón, invitando a una fiscal puertorriqueña como «fiscal asistente». ¡Pobre mujer!
Y pobre de nuestra cada vez más menguada autoridad para encausar hasta los delitos más comunes . Al paso que va esta suplantación, habrá que replantearse el principio de territorialidad en la aplicación de la ley penal en Puerto Rico.
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