Se plantea una falta de pulcritud en el trámite legislativo, y un problema de vigencia de reglamentos. La denuncia de que se ha alterado una pieza legislativa a espaldas de la legisladora proponente resulta inquietante, no tanto por el valor intrínseco del proyecto de ley, sino por lo que ello revela del proceso mediante el cual una iniciativa parlamentaria se convierte en ley.
En lo que respecta a la vigencia de unos reglamentos, es también preocupante que se registren estos vaivenes en el estado de derecho, pues ello crea una gran incertidumbre, algo que resulta lesivo a la estabilidad jurídica. Hay que distinguir la reconsideración responsable de unas disposiciones, de la corrección de unos errores que pudieron evitarse en un proceso adecuadamente ponderado. La prisa es mala consejera, y el afán por dar la impresión de que se atienden los asuntos, a veces, lleva a tomar decisiones festinadas.
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