sábado, 20 de junio de 2009

Lo obvio no hay que decirlo.

Hay declaraciones que resultan francamente absurdas, habida cuenta de los propios hechos que relatan. En el reciente caso de brutalidad policiaca, un testigo afirma: «Un hombre... que tenía unas botas, le dio una patada en el lado de la cara y mi percepción fue que la patada fue extremadamente fuerte porque lo llevó a que hiciera un ruido como de dolor y observé que salió algo de sangre.» Aunque nunca he tenido la experiencia, estoy seguro de que, si me patearan la cara - sobre todo con unas botas - me dolería bárbaramente y, probablemente, sangraría.

Por alguna razón, hay personas que quieren ser tan «objetivas» que caen en el ridículo de explicar lo obvio. Decir que a alguien lo han pateado en la cara no necesita mayor elaboración; excepto que sea para decir que ello ocurrió reiteradamente. Una patada no es una caricia; por lo tanto se sobreentiende su efecto doloroso, sobre todo si es en un lugar del cuerpo tan delicado y sensible como el rostro. Ante esos hechos, ¿era posible que el testigo tuviera otra «percepción»?

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