Se sigue cerrando el cerco legal a las tabacaleras y, por ende, al fumador. Sin embargo, no me parece que las nuevas facultades gubernamentales vayan a hacer mella en la inclinación de algunos por aficionarse al cigarrillo. Desde 1964 está clarísimo el daño que hace fumar a la salud. De allá para acá lo que ha habido es una confirmación y reafirmación de lo anunciado hace 45 años por el Cirujano General de Estados Unidos. De manera que la gente fuma, no por falta de orientación, sino a pesar de ella. Tampoco creo que no se conozcan lo suficiente las propiedades adictivas del tabaco preparado para fumarlo como cigarrillos.
Al igual que con el alcohol y otras drogas, lo crucial es la personalidad adictiva de quienes las consumen. Y eso no lo resuelve una ley.
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