sábado, 7 de junio de 2014

«Esloquillamiento» homofóbico

Desde que los homosexuales -- hombres y mujeres -- en todo el mundo decidieron reclamar con insistencia su derecho a matrimoniarse, los tribunales no dan abasto para atender  los pleitos al efecto.Y es que las fuerzas de la homofobia disfrazadas de moralidad y religiosidad no descansan tampoco, tramando toda suerte de obstáculos jurídicos a lo que juzgan una pretensión punto menos que apocalíptica. Legislaturas de todo el menudo aprueban leyes para prohibir semejante «abominación». Se llega tan lejos como proponer enmendar constituciones para ello, definiendo el matrimonio como una relación exclusivamente entre un hombre y una mujer.

Eslovaquia es uno de esos países que lo ha logrado, con una votación parlamentaria de 105 a 18. Los eslovacos -- novatos en estas cosas de la democracia y las constituciones -- no han entendido que las constituciones no están para cosas así. Una cosa es que exista el derecho constitucional a casarse, como parte del derecho a la intimidad, y otra muy distinta es que se condicione constitucionalmente a base del género de los contrayentes. Las condiciones razonables figuran en los códigos civiles o leyes especiales al efecto; nunca en una constitución.

La realidad es que los eslovacos y otros «esloquillados» alrededor del mundo que pretenden detener esta oleada de igualdad están en el lado equivocado de la Historia, y más tarde que temprano, verán sus esfuerzos fracasar.

2 comentarios:

Hiram Sánchez Martínez dijo...

Si bien es cierto que los que saben de ciencias políticas conciben la constitución de un Estado como el contrato social que rige los límites del comportamiento del gobierno y de sus ciudadanos, no conozco de ningún científico político que niegue la posibilidad de que se defina en la constitución una conducta que la mayoría considere que no debe estar a expensas de los vaivenes políticos o las modas ocasionales que dominan a veces en las asambleas legislativas. No debe extrañar que si, por ejemplo, se desatara una campaña para que los padres pudieran casarse con sus hijas o las madres con sus hijos, y hubiera acogida para tal aberración en ciertos grupos de presión, haya quien quiera prohibirlo constitucionalmente (no vaya a ser que haya suficientes esloquillados en la legislatura dispuestos a reconocer el derecho a contraer tales matrimonios). Las constituciones están, precisamente, para protegernos de los esloquillamientos de moda, para que las asambleas legislativas puedan hacer unas cosas, pero no otras. Y en esto, no hay fórmulas que sirvan para dividir el mundo entre los que saben de constitucionalismo y democracia y los que no.

Alberto Medina Carrero dijo...

Hermano Hiram:

Eso será así en la teocracia que favoreces, pero en buena teoría y praxis constitucional, no, a pesar de la forma tan liviana en la que despachas el asunto. Te sugiero que leas menos las epístolas de san Pablo y los documentos del Santo Oficio, y repases el Derecho Constitucional bona fide.