Hace unos días, un guatemalteco que llevaba 13 años - obviamente, de mala suerte - en Estados Unidos ilegalmente, se entregó a la policía, alegando que había cometido el delito de «robo de identidad», y pidió ser deportado, pues el país le resulta muy caro. Como está peladito, no puede comprar un boleto de avión, y teme no poder sobrevivir el crudo invierno de Massachusetts. Así que consideró que el crimen era su única salida.
Otro que descubrió que el «sueño americano» tiene mucho de pesadilla.
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