jueves, 27 de agosto de 2009

"You've got to be kidding!"

Hay que esperar que prevalezca la sensatez en el caso del dominicano a quien se le derramó el mercurio que le llevaba a su hermano dentista en Santo Domingo. Que ha sido una imprudencia de su parte lo podemos estipular, pero de eso a acusarlo de «terrorismo» es una interpretación que, de su faz, luce absurda y desproporcionada. Las posibles penas de 20 años de reclusión y $250,000 de multa no pueden aplicarse a un acto negligente pero carente de malicia premeditada ni propósito dañino ulterior. La Fiscalía federal debería sopesar adecuadamente los factores de este caso, y someter los cargos más atenuados posibles. En su defecto, la judicatura de ese foro debería tener los proverbiales «dos dedos de frente» para distinguir la estupidez y la ignorancia de la mens rea.

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