Ha terminado la prohibición de que la prensa de Estados Unidos reseñara gráficamente la llegada de sus militares muertos. La razón oficial era mitigar el dolor de los familiares; la verdad era que se hizo durante 18 años para esconder el costo humano de las aventuras guerreristas de ese país. Ha bastado una orden de Obama para desmantelar ese subterfugio del viejo Bush. De ahora en adelante, queda a discreción de los familiares de los difuntos permitir que se retrate o filme ese momento doloroso.
La prohibición absoluta nunca tuvo razón de ser, sobre todo en un país que se ufana de su libertad de prensa. Las guerras que provocan esas muertes tampoco.
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