sábado, 2 de agosto de 2008

Todos somos mortales.

Debo rechazar, como abogado y ser libre y pensante, algo de lo señalado por el Tribunal Supremo en la decisión de no acoger la solicitud de acción disciplinaria contra el Secretario de Justicia. Los abogados tenemos el deber ético y personal, independientemente de nuestro título, de no hacer ataques injustificados a los jueces y al resto de la Rama Judicial. Pero, la simple hermenéutica indica que hay ataques que proceden porque se justifican. De lo contrario, nunca se podría criticar o enjuiciar públicamente una decisión judicial, postura de regímenes autoritarios. Y, ¿quién decide cuándo es justificado o injustificado un ataque? ¿Los propios afectados?

Curiosamente, la propia historia del Tribunal Supremo registra múltiples ocasiones - algunas de ellas en época reciente - en que, casi siempre en disidencias, los jueces asociados han utilizado un lenguaje malsonante contra sus compañeros de la Alta Curia. No digamos las veces que la han emprendido contra un abogado o funcionario público de una forma poco elegante.

El Tribunal Supremo y el resto del Tribunal General de Justicia es una institución respetable, pero no lo es más que cualquiera otra ni sus integrantes constituyen una aristocracia a la que se le deba una pleitesía infinita. Creer lo contrario es un resabio de épocas superadas en la Historia.

Quizá ha llegado el momento en que a los jueces se les deba decir "señor o señora Juez" y echar al canasto eso de "Vuestro Honor" y "Señoría", que da lugar a que espíritus susceptibles a tener ínfulas de grandeza se lo crean.

1 comentario:

Roberto Ariel Fernández dijo...

Excelente ! Estoy totalmente de acuerdo. Gracias por exponer este asunto con la claridad y dominio del tema a que nos tienes acostumbrados.