«Policía mata a joven afroamericano en Misuri» reza el titular de prensa. Yo, francamente, «mataría» al que se inventó este eufemismo, para evitar decir negro.
Este embeleco surgió en Estados Unidos entre los negros que querían resaltar su ascendencia africana, un tanto forzadamente, pues muchos de ellos nunca han ido ni van a ir al continente africano. con el cual nada tienen que ver. Resulta, entonces, que dentro de la población negra de ese país, se impone esa moda, y muchos blancos, temerosos de ofender o de que los consideren racistas, han adoptado el término. Como la imbecilidad es contagiosa, la palabreja se ha colado en el español, y algunas «almas nobles» que viven copiando todos los inventos de los americanos hacen el ridículo de usarla.
1 comentario:
Y no es la palabra «negro» únicamente. En una presentación de mi novela «Casi siempre fue abril» ante estudiantes universitarios de Mayagüez, una de ellas me salió con dos piedras en la mano porque la novela se inicia con esta oración: «Llegas a casa de tus cuatro hermanas anormales media hora después de enterrar a tu madre». Luego la novela describe que se trata de retardadas mentales. Pues la chica se ofendió con lo de «anormales». ¡Como si no lo fueran! Las personas que tomé de modelo para estos personajes fluctúan, en la vida real, entre 50 y 65 años cronológicos, pero entre 1 y 7 años de edad mental. Estas personas son hermanas de mi esposa, o sea, mis cuñadas. ¿Qué afán de discrimen pudiera reflejar en mí el uso de «anormal» para una realidad que los eufemismos sí tratan de encubrir? Nada hay de ofensivo en ser ciego, negro o anormal. Lo que vale es el trato que le demos. ¿O es que acaso el uso del vocablo afroamericano protegió al par de negros en Misuri de ser baleados por la policía?
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