sábado, 13 de diciembre de 2014

De hombres imprudentes e irrazonables y malos padres de familia

He dicho en otro lugar que, a veces, el compromiso con una causa lleva a la exageración o a la hipérbole conceptual, tratando de probar una tesis o en apoyo de una creencia, aplicando una idea más allá de los límites que le son propios, en un despliegue de «fanatismo sincero», pero fanatismo al fin.

Algo de esto parece estar de por medio en unas declaraciones que se le atribuyen al Dr. Efrén Rivera Ramos, docto profesor de Derecho, quien ha dicho que la pobreza es «una violación flagrante de los derechos humanos». Me parece que un académico como él debió matizar sus expresiones, pues, si bien algunas manifestaciones de la pobreza pudieran ser producto de violaciones de los derechos humanos por parte del Estado o de ciertos sectores de la sociedad, no todas lo son ni se deben a una conspiración sistémica.

Hay decisiones muy personales que hunden a un individuo en un estado de indefensión y pobreza, del cual luego le es muy difícil salir. La decisión de no estudiar o prepararse para ganarse la vida decorosamente es una de esas. La de tener más hijos que los que se pueden mantener razonablemente es otra. También es la de entregarse a vicios como el del alcohol y otras drogas. En todos estos renglones -- que figuran muy prominentemente entre las causas de la pobreza -- hay una dosis mayúscula de libre albedrío y responsabilidad personal.

Sin negar las causas económicas, políticas y sociales que inciden en la pobreza, me parece que debemos alejarnos un poco del discurso de que la culpa es del «sistema» o de «la sociedad», y señalar justamente la culpa individual. Si la pobreza es una «violación de los derechos humanos», entonces hay muchos casos de heridas autoinfligidas.

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