Esta otra olla podrida que se destapa en la Policía, entre otras cosas, trae a colación el asunto del uso y abuso de confidentes como parte de la investigación penal. Hay abundante jurisprudencia acerca del cuidado que debe tenerse al depender de la información que se obtiene de estas fuentes para proceder a realizar ciertas funciones policiacas y, en última instancia, encausar a un ciudadano. Se ha advertido, por ejemplo, sobre los "testimonios estereotipados", que describen una actividad delictiva.
Ahora resulta que es posible que, en este caso, ni siquiera hayan existido dichos confidentes. Al igual que los "empleados fantasmas" tan frecuentes en el Ejecutivo y en la Legislatura, parece que Mickey tenía los suyos. Por supuesto, lo peor no es que se haya echado al bolsillo la paga de esos "confidentes", sino que los haya "utilizado" para justificar intervenciones policiacas.
Las autoridades superiores en la Policía, el Ministerio Público y el Tribunal harán bien en continar hurgando en éstos y otros casos sometidos a base de confidencias.
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