Con el desconocimiento que nos caracteriza a legos y a hasta abogados en nuestro país, se usa la palabra << jurista >> livianamente, como si con ser abogado ya se fuera jurista. Nada más lejos de la verdad. Si se quiere saber lo que es ser jurista auténtico, ahí está la figura de don Carlos Juan Irizarry Yunqué, fallecido hace unos días. Hombre de gran inteligencia, cultura y sensibilidad patriótica, puso todo ello al servicio de la Justicia, como abogado, fiscal, profesor de Derecho, autor y juez asociado del Tribunal Supremo de Puerto Rico. Don Carlos tenía tanto el bagaje cultural como el de la experiencia práctica. Enfrentando grandes adversidades en su niñez, adolescencia y juventud, se convirtió en un "self-made man" en lo personal y en lo profesional. Su talento innato no necesitó el << imprimatur >> de títulos extranjeros para brillar en el ejercicio profesional y en la jurisprudencia que dictaminó desde nuestro más alto foro. Fue un gran defensor del derecho puertorriqueño y de sus raíces civilistas. El suyo no era un mero conocimiento de libro, sino una sabiduría de profundo pensador del Derecho, la Ética y la Justicia, todo ello expresado en una prosa impecable en su forma y de gran contenido en su fondo.
Ha muerto un Jurista.
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