Desde acá en ultramar observo que siguen las << ofertas especiales >> en el mercado de la justicia boricua. Dos casos en estos días son muestra del baratillo judicial. A un productor de espectáculos que aceptó su culpabilidad por participar de un esquema de lavado de dinero por una cuantiosa suma, lo han sentenciado a cuatro meses de detención domiciliaria, desde donde disfrutará del dinero mal habido. En el otro caso, un músico que, luego de huir de la jurisdicción, aceptó su culpa, ha sido condenado a cuatro meses de sentencia suspendida por varios casos de fraude y apropiación ilegal.
No sé si los fiscales que negocian estos acuerdos y los jueces que los aprueban tienen una debilidad por artistas y músicos, pero, ciertamente llama la atención la condescendencia con estas personas que se han burlado de forma tan descarada de la confianza de otra gente y del Estado. Casos como estos no sirven como disuasivos para quienes contemplen hacer algo parecido.
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