Desde acá, a la distancia, me parece que la joven de 22 años que en Montana mató al marido de 25, tras ocho días de matrimonio, a pesar de alegar culpabilidad por asesinato en segundo grado, lo hizo con «premeditación, alevosía y ventaja». Juzguen ustedes.
La muchacha estaba arrepentida del casamiento. Se van a caminar a un parque nacional -- no queda claro de quién fue la idea -- y justo cuando están al borde de un precipicio, ella escoge decírselo a su esposo. En una reacción muy natural, él la toma por el brazo, y ella se zafa de ello y, a la vez, lo empuja, lo ve caer al vacío y sale corriendo. Durante cuatro días le miente a todo el mundo sobre la desaparición del joven. Finalmente, acepta los hechos, pero insiste en que fue «un accidente».
Es mucha la casualidad de que este «accidente» haya ocurrido en un lugar tan propicio para deshacerse de alguien. Evidentemente, ella buscó un sitio donde fácilmente salir de su marido. De todos los lugares para darle la noticia, escogió uno donde un leve empujón le resolvía su problema.
Esta alegación de culpabilidad presagia una sentencia significativamente menor que la cadena perpetua; probablemente una de 20 años, sujeta a beneficios y bonificaciones que la acorten. En fin, dentro de unos añitos, sale y se busca a otro que, si no le gusta mucho, tendrá otro «accidente».
No hay comentarios:
Publicar un comentario