Se ha formado un reperpero en el foro judicial americano, con la crítica insólita del juez asociado del Tribunal Supremo de Estados Unidos Samuel Alito al juez federal Harold Baer, porque éste «insta» a los bufetes que llevan pleitos de clase a integrar abogados que representen de manera directa y personal a los miembros de la clase demandante, algo que Alito considera una intromisión judicial. Baer, por su parte, argumenta que nadie mejor que un miembro de una minoría o grupo afectado o discriminado, para representarlo más adecuadamente, por su mayor comprensión y entendimiento del problema de por medio. En este sentido, una abogada o un abogado miembro de una minoría étnica o racial puede aportar una perspectiva valiosa a un pleito en que el género o la raza sean elementos importantes en la controversia. No queda claro con cuánto énfasis o fuerza se produce el reclamo o señalamiento del juez Baer en estos casos.
Lo que sí queda claro es la mala sangre entre Alito y Baer, en una disputa que desdice del temperamento judicial a esos niveles.
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