No deja de ser bochornoso que todavía se tenga que discutir en nuestro país si conviene extender a las parejas del mismo sexo o a las concubinarias de cualquier tipo la protección de la ley contra la violencia doméstica. Debería estar clarísimo a esta hora de la Historia que el abuso y el oprobio se sufren igual, independientemente de las consideraciones de género o el estado de Derecho bajo el cual se dé la convivencia. La función tutelar del Estado sobre la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos no puede condicionarse a que éstos vivan su intimidad siguiendo un modelo único.
Como sociedad, tenemos que dejar atrás conceptos injustamente limitativos del proceder afectivo. No puede haber verdadera libertad, si no se disfruta de la de vivir con quien se ama, sin que ello suponga penalidades directas o indirectas.
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