No hay duda de que el joven que ha entrado al buzón electrónico de Sarah Palin y lo ha puesto a disposición universal ha cometido un delito muy grave. La correspondencia electrónica merece la misma protección que la regular, y el asunto no puede ser tomado livianamente. Aunque las intenciones del muchacho eran "buenas" - contribuir a seguir exponiendo a Palin al escarnio público, por su ineptitud y otras cosas peores - escogió el método equivocado.
Además, no hace falta desacreditar a Sarah; ella se ocupa de hacerlo, cada vez que abre la boca.
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