He dicho antes que hay en nuestra Policía - y en todas las demás - un elemento indeseable, por su propensión a la violencia física, gestual y verbal en el trato con el ciudadano. Al igual que ocurre con los cuerpos militares, el policiaco es un imán para gente que, por distintas condiciones y razones, quieren entrarle a golpes o a tiros a quien sea, ante la menor "provocación." Esto no debe ser noticia, sobre todo para quienes dirigen la Policía. Por eso, sin que el criterio rector de la admisión y permanencia en la Fuerza sea la pusilanimidad, hay que estar muy alerta a las manifestaciones de esa conducta y actuar sin contemplaciones para acabar con ella.
Lo "revelado" en la audiencia ante la Comisión Especial sobre la Policía es aterrador e inaceptable. Si bien los agentes del orden público tienen que tratar con mucha ralea que les hace frente de mala manera y con violencia, tienen que poder distinguir esas situaciones de las otras, en las que los ciudadanos no son sus súbditos y tienen derechos y libertades que pueden ejercer legítimamente.
Quienes no puedan hacer esa distinción y controlar su furia no pueden vestir el uniforme ni portar las armas del Honroso Cuerpo.
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