Generalmente, concuerdo con las posturas del padre Pedro Ortiz, sobre todo con aquéllas en que, valientemente, se distancia de la ortodoxia católica. Su buena fe, sin embargo, lo lleva a caer en una ingenuidad muy grande con respecto a lo penitenciario como respuesta al crimen. Aun aceptando que la cárcel - como la conocemos - no es la solución al problema de la criminalidad, es un remedio, en la medida en que se logra uno de los propósitos reconocidos del derecho penal: incapacitar al delincuente de seguir delinquiendo en la libre comunidad mientras está confinado. Claro que lo ideal es que todo el mundo se rehabilite, pero, en lo que llega el reino de Dios a este mundo, a corto plazo hay que hacer algo con la gente que le vacía el arma a otro con una gran tranquilidad de espíritu. Algo más que clamar al Cielo. En última instancia, si después de ensayar todos los remedios, el individuo no se arregla, la sociedad se ahorró muchos malos ratos teniéndolo tras las rejas.
Hay que tener mucho cuidado con esto de que "todos somos culpables" del bandidaje ajeno. La inmensa mayoría de la gente trabaja y vive decentemente, a pesar de atravesar por graves dificultades de todo tipo. Me parece un atrevimiento decir que el pueblo es "cómplice colectivo de los males del Estado", como una forma de socializar la culpa. Dejé de ser católico hace 40 años, pero creo que todavía el libre albedrío es parte de su teología.
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