La American Civil Liberties Union, aguijón de la conciencia americana, continúa reivindicando los valores fundamentales de los derechos humanos, tan vulnerados por el aparato gubernamental de Estados Unidos, sobre todo a partir del 11 de septiembre de 2001. Acaba de demandar a los dos psicólogos que desarrollaron y supervisaron la práctica de métodos de tortura por parte de la CIA, objeto de condena internacional y del propio Senado de Estados Unidos, que concluyó que no solo eran métodos ilegales, sino ineficaces.
Llevar este pleito contra estos dos profesionales que deshonraron su ministerio de ayudar al prójimo aquejado por problemas emocionales o mentales, convirtiéndose en autores intelectuales de la tortura, es una gestión digna de encomio de la ACLU, con la cual se intenta reparar en algo el intenso y largo agravio estadounidense a la dignidad humana en su mal llamada «guerra contra el terrorismo».
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