Quizá porque hay muy poco en nuestro medio, el término decoro, hace mucho tiempo, cayó en desuso entre nosotros. En sus acepciones de «honor, respeto, pureza, honestidad, honra, pundonor», no hay mucha ocasión de aplicarlo, ni en la vida privada ni en la pública. Y, por la situación económica de explotación que se vive, tampoco se puede usar la acepción de «nivel mínimo de calidad de vida para que la dignidad de alguien no sufra menoscabo».
En fin, en ausencia del decoro, vivimos en un mundo decorativo.
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