En nuestro país ya casi nadie usa la palabra indecencia, no porque no abunde lo que debe calificarse de ello, sino por todo lo contrario. Lo indecente o indecoroso se ha vuelto tan común que ya nadie lo reconoce como tal. Peor aun, goza de una gran aceptación. Son frecuentísimas las faltas de honestidad y pudor que se viven, en el actuar, el decir y el vestir, con la complacencia del público general, aun de autoridades escolares y hasta religiosas en los templos.
En fin, abunda la indecencia, pero pocos la reconocen, y por eso no la nombran así.
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