Es cosa bien sabida que el racismo en Estados Unidos siempre ha tenido consecuencias letales. A los negros -- principalmente -- y a gente de otras razas o etnias distintas de la blanca se les mata por esa sola razón. También ocurre que el Estado les aplica la pena de muerte de manera preponderante. Tanto ha sido así que una jurisdicción como la de Carolina del Norte tuvo que aprobar una ley en 2009 que faculta a los tribunales a dejar sin efecto una sentencia de muerte, cuando se determina que fue impuesta por razones de índole racial. En un caso reciente, se sustituyó la pena de muerte con una de cadena perpetua sin derecho a libertad bajo palabra, cuando el tribunal se convenció de que la selección del jurado que condenó al acusado estuvo viciada racialmente.
Ese estatuto en algo remedia la injusticia general de la sociedad y la particular del sistema penal que carcome lo que algunos insisten en seguir llamando «la gran nación americana».
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