La demanda del Gobierno de Estados Unidos al Gobierno de Puerto Rico por los desmanes policiacos de época reciente no es otra cosa que el signo ostensible de nuestra subordinación política a ese país. Los méritos del pleito no se discuten: la Policía de Puerto Rico ha abusado sistemáticamente de los derechos ciudadanos, no solo ahora, sino desde hace mucho tiempo durante la incumbencia reiterada del Partido Popular también. (Lo recalco porque hay quienes quieren hacernos creer que la maldad es exclusiva del Partido Nuevo Progresista.) En esto, Puerto Rico no es distinto de otras jurisdicciones de Estados Unidos, donde el Gobierno federal ha tenido que intervenir por la corrupción policiaca y los abusos contra las minorías, por ejemplo. Como le pertenecemos como posesión colonial, ellos ejercen su jurisdicción para corregir estos problemas.
Hace unos años, de manera infamemente cínica, el Partido Popular acuñó el concepto de que la situación política puertorriqueña frente a Estados Unidos era «lo mejor de dos mundos». Lo que ocurre ahora con esta demanda es parte de esa glorificación del coloniaje a la que es tan afecto el partido que pronto volverá a gobernar a Puerto Rico. Así que, independientemente de lo que el nuevo gobierno pueda o quiera hacer, tendrá que cumplir con las condiciones que el amo imperial le imponga.
Así de frágil e inconsecuente es el Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico...
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