Es un viejo dilema en las sociedades apegadas al principio de la presunción de inocencia: informar de la actividad delictiva sin lacerar dicha presunción. El problema se agudiza cuando hay de por medio circunstancias sensacionales o personajes conocidos o que generan un gran interés público. La información puede llegar a ser excesiva, por su volumen o su carácter tendencioso. Entonces, surge la preocupación legítima de si es posible encontrar un jurado que juzgue la causa imparcialmente.
No hay una respuesta definitiva a esta cuestión. Solo puede haber respuestas aproximadas. Pedirle a la prensa que se limite en su atención a estos delitos es ilusorio. Es posible también que, a pesar de una publicidad adversa, el jurado rinda un veredicto absolutorio o por un delito menor. No hay en esto determinismo alguno sobre la base de información previa. Se juzga por la prueba desfilada y creída.
Aunque la prensa tiene un gran poder de convencimiento, no es ni remotamente absoluto.
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