jueves, 27 de mayo de 2010

No hay que ser Louis Pasteur.

Las primeras informaciones acerca de la muerte por septicemia de la joven universitaria en Mayagüez apuntan a una posible impericia médica en su atención.  Parece haberse subestimado la gravedad de su condición, y sobre esa base, no habérsele brindado el cuidado necesario oportunamente.  Es de esperar que la investigación de las autoridades, especialmente la de la Procuradora del Paciente, arroje luz sobre este particular.

Cabe señalar, por otro lado, que la septicemia de Miranda Marín seguramente también tenga su origen en una impericia médico hospitalaria.  Se ha dicho, sin que haya sido desmentido, que la bacteria causante entró al torrente sanguíneo via el aditamento colocado por el hospital para suplirle al alcalde la quimioterapia.  Hace algún tiempo se publicó una información que revelaba que los médicos en Puerto Rico no eran muy dados a lavarse las manos con la frecuencia debida mientras atendían pacientes.  Quien visite los hospitales con alguna frecuencia se dará cuenta de que no son  muy católicos que digamos en eso de la asepsia.


Res ipsa loquitur... aunque el principio haya caído en desuso en nuestra jurisprudencia.

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