En Ohio han excarcelado a un hombre casi treinta años después de haber sido condenado por haber violado a una niña de once años. Una prueba de ADN lo ha exonerado finalmente. En un gesto desusado, la juez se echó a llorar, bajó del estrado y le dio la mano al individuo.
Una prueba más de por qué no debe existir la pena de muerte. Cada día se descubren más casos de personas condenadas por delitos que no cometieron, según queda demostrado por las pruebas de ADN. Al margen de ello, el gesto de la juez es un ejemplo de la compasión y el sentido de humanidad que debe tener un juez para serlo cabalmente.
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