En Georgia, Estados Unidos, una pareja de ancianos apareció muerta dentro del ascensor de su casa de tres niveles. El aparato, desprovisto de un teléfono, quedó pillado entre la segunda y la tercera planta, y el intenso calor del verano sureño mató a los dos viejos, que fueron descubiertos cuatro días después. Según el hijo de la pareja, desde hacía un par de meses, el ascensor venía dando problemas.
Y uno se pregunta: ¿Cómo es posible que unas personas acomodadas - pues quienes no lo sean no tienen una casa de tres plantas con ascensor - no le instalaran un teléfono al ascensor? Si a ellos no se les ocurrió, ¿no pensó el hijo en ello, viendo, sobre todo la condición de sus padres? ¿No era previsible que algo así pasara, habida cuenta de los problemas recientes de funcionamiento del ascensor?
Me parece que esta tragedia es el resultado de una falta crasa de previsión, no solamente del proverbial «hombre prudente y razonable», sino, en este caso, del «buen hijo de familia».
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