Cualquier hijo de vecino usa, en algún momento, la frase en latín quid pro quo, es decir, «una cosa por otra». No queriendo decir, por supuesto, una cosa confundida o tomada por otra, sino una cosa a cambio de otra. Así es, sin mayor complicación.
El uso, sin embargo, tiene otros bemoles. En la mayor parte de los casos, se emplea para referirse a transacciones de, por lo menos, dudosa legalidad. Son los acomodos, las consideraciones, los favores y los intercambios, tan comunes en el mundo político, formas solapadas de corrupción.
En fin, lo que vivimos cotidianamente.
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