A Kim Davis hay que meterla presa; pero no cinco días, como hace poco, sino cinco años, por lo menos. Porque esta mujer, «fanática sincera» de la ley de Dios según ella la entiende [mal], ha hecho lo que todo el mundo sabía: volver a su puesto para sabotear el dictamen sobre el matrimonio homosexual. En ello ha ido tan lejos como alterar documentos públicos; concretamente, quitar las referencias oficiales a las licencias matrimoniales, con lo cual afecta su validez. La mujer, pues, ha pasado de la resistencia pasiva a «violar su conciencia» a tomar una acción que es ilegal.
De ahí que la American Civil Liberties Union reclame la acción judicial correspondiente, que, a mi juicio, no puede ser otra que condenar su desacato y, a la vez, encausarla por el delito de alterar documentos públicos.
Y meterla presa por un buen tiempo, para que se glorifique en su «martirologio».
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