El derecho y la práctica penitenciaria de Estados Unidos son, francamente, bochornosas. Su tasa de encarcelamiento es la más alta del mundo; con 4% de la población mundial, tiene el 22% de los reclusos del mundo. Peor aun: tiene entre 80,000 y 100,000 reclusos en solitario. Eso quiere decir que esos presos están entre 22 y 23 horas diarias encerrados solos en una celda por, por lo menos, 30 días. Ya sabemos, por casos que han trascendido públicamente, que hay personas que han pasado años en esas condiciones. Como nuestro Oscar López Rivera, quien estuvo 12 años así.
A pesar de su protección constitucional contra el «castigo cruel e inusitado», como puede verse, los americanos abusan de su población penal de esta manera. Por supuesto, de un país en el cual su Tribunal Supremo decidió hace mucho tiempo que la pena de muerte no es un castigo cruel e inusitado se puede esperar cualquier cosa.
Y después tienen la cachaza de lloriquear cuando uno de los suyos cae preso en el extranjero, y se ve sometido a condiciones que ellos consideran «inhumanas».
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