Los errores y gazapos lingüísticos me persiguieron en mis vacaciones en Europa. No bien llegamos a París, mi hija Yarín me llevó al Museo Nacional de la Edad Media en Cluny, recinto de gran tradición en la cultura occidental. Pues, allí hay descuidos imperdonables en ciertos letreros que identifican las piezas exhibidas. Por ejemplo, una figura de madera de tamaño natural del Cristo amarrado con soga en su pasión, se identifica en español como «Cristo vinculado». Si bien, antiguamente, el término podía usarse con este sentido, lo cierto es que hubiera sido preferible decir amarrado, aprisionado o sujetado, para comunicar la idea de lo que muestra la imagen.
En otra parte de la exhibición, un cartel explicativo se refería a la «aprensión de los colores», error evidente, pues la captación o comprensión de un contenido --que es a lo que se refería el texto-- es aprehensión. Y lo que tiró por el piso mi apreciación de todo aquello fue cuando leí que un mosaico era parte del pavimiento de no sé qué lugar de gran importancia artística e histórica.
Sabe Dios cuántos errores más como éstos hay en el Museo y desde cuándo están a la vista de los hispanohablantes. Lo cual desdice de una institución cultural de esa categoría, que muy bien pudo procurarse una buena traductora y editora --como mi hija-- para evitarse este bochorno.
Como ven, no hay descanso en mis afanes...
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