Bueno, lógico. Esto no debería ser noticia. El Tribunal Supremo de Mississippi acaba de decidir en votación cerrada que el divorcio de parejas homosexuales es legal. Que una controversia así llegue a ese nivel judicial dice mucho -- y muy mal -- del sistema jurídico de ese estado. Si es lícito el matrimonio homosexual, tiene que también serlo el divorcio de esas parejas. De lo contrario, se daría un discrimen absurdo: las parejas heterosexuales se podrían divorciar, pero las homosexuales no.
Lo peor es el razonamiento de la disidencia, basado en un pronunciamiento del Juez Presidente del Supremo de Estados Unidos, según el cual un tribunal de un estado no está obligado a obedecer el dictamen del Supremo cuando no está basado en una interpretación constitucional. Aparte de lo acomodaticia de esta postura, y la dificultad práctica de aplicarla, lo cierto es que, en este caso, el matrimonio homosexual se legitimó a base de un derecho constitucional.
En fin, hay cosas que solo se entienden como parte de esa subcultura sureña americana que los coloca al margen de una buena civilización.
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