Los indígenas en todo el mundo han sufrido y continúan sufriendo el peor de los discrímenes. La injusticia y la ironía no pueden ser mayores: los habitantes originales de una tierra se ven desplazados y marginados en ella. Y si a eso se le añade el trato a los descendientes de los africanos, se completa el cuadro de la inhumanidad del ser humano con sus propios antepasados.
Amnistía Internacional llama la atención al gobierno de Colombia acerca de la situación de desalojo en la que se encuentran estos dos grupos poblacionales colombianos, como resultado del prolongado conflicto armado en el país y de intereses mineros que obstaculizan el regreso de estas gentes a sus tierras, todo ello a despecho de lo que dicta una ley de 2011 sobre la reparación a estas víctimas.
He aquí otro ejemplo de cómo las democracias y gobiernos alegadamente liberales y respetuosos de los derechos humanos oprimen a los menesterosos dentro de sus propias fronteras, mientras pretenden dar cátedra de buen gobierno a países vecinos.
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