Debería figurar más en nuestro vocabulario de pueblo, pero ladino ya casi no se escucha o se lee. Por supuesto que hay muchos «astutos, sagaces y taimados»; lo que ocurre es que nuestra gente no los sabe nombrar de esa manera. Conste que la astucia o sagacidad de la que se trata no es nada positiva, sino una que se da de manera reprochable. El ladino funciona con disimulos y subterfugios, para lograr su propósito. Es decir que la palabra no es un halago, sino una condena por un proceder de dudosa ética o moral.
Como dije, hay ladinos y ladinas, que ni botándolos.
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